El Cabildo de Gran Canaria financia el taller de carpintería de ribera realizado en la prisión dentro del programa de apoyo a la continuidad del oficio
Un total de 16 internos participan en una actividad realizada en colaboración con Instituciones Penitenciarias y la Federación
“Era necesario formar a personas para que no se pierda una tradición que forma parte de nuestra identidad”, afirma Antonio Morales
“Hemos tenido buenos maestros y tenemos la promesa de seguir fuera con ellos”, afirma uno de los participantes en la experiencia
Gran Canaria, 11 de septiembre de 2025. “Estamos muy contentos. Pero sobre todo tenemos muchas ganas de verlo navegar”, afirmó hoy Joseph Quintana, interno del Centro Penitenciario del Salto del Negro, mientras contemplaba la sinuosa silueta en madera vista del bote creado en menos de tres meses en el marco del taller de carpintería de ribera que ha aunado rescate de la tradición, formación y reinserción social. Pocas veces se había escuchado el rumor del mar tan cerca de la prisión.
Lograr que el océano rebose hasta el Salto del Negro ha requerido de la coordinación entre el Cabildo de Gran Canaria, que ha financiado el taller en el contexto de su apuesta por mantener a flote el oficio de la carpintería de ribera, la Federación de Vela Latina Canaria de Botes, y el Ministerio del Interior a través de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
“La colaboración del Cabildo de Gran Canaria con las prisiones de Salto del Negro y Juan Grande es muy estrecha”, recalcó hoy el presidente del Cabildo, Antonio Morales, en su visita al taller junto al consejero de Deportes, Aridany Romero; el director de la prisión, Gabriel Jiménez; y la presidenta de la Federación de Vela Latina Canaria de Botes, Carmen Zaragoza, en un recorrido que se cerró con la entrega de diplomas de reconocimiento a los 16 participantes.

Morales explicó que los distintos programas formativos en los que está involucrado el Cabildo en el seno de las prisiones de Gran Canaria abarcan múltiples aspectos, incluida la fabricación de timples. Pero hoy soplaba el viento a favor de la vela latina, cuyo futuro depende de algo tan obvio como que alguien siga construyendo botes.
Desde 2023, el Cabildo, a través de la Consejería de Presidencia que coordina Teodoro Sosa, concede una ayuda anual de 60.000 euros a la Federación destinada a garantizar la continuidad del oficio. “Los grandes maestros de la carpintería de ribera han ido desapareciendo, desafortunadamente, y existía el peligro real de que no hubiera hombres y mujeres en esta isla capaces de construir los barcos necesarios para que se pudiera seguir compitiendo”, señaló Morales.
“Por eso nos plantearon la necesidad de formar a personas para que no se pierda una tradición que es parte de nuestras raíces y nuestra identidad”, afirmó el presidente del Cabildo, que agradeció “el excelente trabajo” realizado por alumnado y profesorado en este empeño por dar relevo en un oficio que es memoria ensalitrada de la isla.
Por su parte, el director del centro penitenciario, Gabriel Jiménez, agradeció al Cabildo el apoyo a su “ideal de reinserción y rehabilitación social” y recordó la larga relación entre Salto del Negro y la vela latina a través de la participación en regatas durante más de dos décadas. “Y ahora estamos viendo un barco que va a llegar al océano”, evocó.
Y no va a ser lo único que traspase los muros de la cárcel. Lo hará también la esperanza de un futuro más halagüeño para la carpintería de ribera, para la vela latina y para ampliar el horizonte vital y profesional de los internos que han tomado parte del taller. Puede que el bote haya sido hecho a una escala menor en relación a lo habitual, pero lo que lleva a bordo, lo que entraña, tiene una dimensión enorme.
Juan Manuel ha tomado contacto por primera con la madera gracias a esta experiencia. “A medida que iba avanzando el taller nos gustaba más. Y yo le prometí a Nano que espero que pronto pueda estar echándole una mano en la vela”. Nano es Nano Santana, un maestro carpintero de ribera de toda la vida que parece llevar escrito en la piel el manual para hacer un bote valiente, certero y perfecto.
Pero lo que le distingue son sus ganas de evitar el hundimiento de su profesión con nuevos y nuevas especialistas. “Espero que de aquí salgan unos cuantos, no uno ni dos. Por eso hay que seguir con estos cursos. Yo estoy siempre comprometido con tal de que no se pierda este oficio”, proclama.
A su lado, asiente con la cabeza el coordinador del taller y parte esencial del alma del proyecto, Jonás López. “Es un oficio complicado, porque es gente que trabajaba toda la vida, de generación en generación, y era muy difícil acceder a ese conocimiento. Ahora no existe esa conexión entre la generación antigua y la nueva y hay riesgo de que ese saber se pierda. Nano enseña lo que sabe a todo el que se acerca a él, y eso es algo que no suele ocurrir”, corrobora el monitor.
La luz del mediodía penetra en el espacio donde ha tomado forma el bote. Ilumina las herramientas, revela el polvo del serrín y acaricia con sus dedos la lisa superficie del barco, al que todos nombran, pero que todavía no ha sido bautizado. Hoy la sala está repleta de gente. También de ilusión. “Espero con toda mi alma que navegue. Y va a navegar”, desea en voz alta la presidenta de la Federación, Carmen Aragonés.
“Hemos llegado a hacer un buen bote”, dice Joseph, a modo de epílogo. “Hemos tenido buenos maestros y tenemos una promesa de seguir fuera con ellos”. La travesía de este bote tan solo acaba de comenzar.
